Cada día que despertamos en nuestras jaulas de concreto, estructuras artificiales grises y sin vida, no estamos realmente conscientes que son los árboles, nuestros verdes amigos, quienes integrados al majestuoso ecosistema de la naturaleza, nos brindan cobijo y protección. Es por ello, que todos los días son del árbol.
El Día del Árbol lo celebra cada país en fechas distintas, dependiendo sus condiciones naturales, muy diferenciados entre los climas secos y húmedos y las estaciones en distintas partes del mundo.
“Los árboles alcanzaron el cielo mucho antes de que el hombre llegara a este mundo.”
Mi vida en los árboles
Crecí en una ciudad que se enorgullecía de su naturaleza, Caracas (Venezuela), apodada la «Sultana del Ávila«, montaña que forma parte de la cordillera central del país protegida como parque nacional; un tótem que imprime su carácter en los pobladores de la capital y en donde los árboles se extendían por doquier, como una marea verde agitada por las brisas y jugueteando con el sol.
En un país con más de la mitad de su territorio en condiciones vírgenes por la poca intervención humana, también destacaba el pequeño jardín que cuidaba al lado de mi madre, antesala de ingreso a mi hogar y el cultivo de legumbres y frutas que realizaba con mi padre en el solar posterior.
Desarrollé un estilo de vida con el que aprendí a apreciar a los árboles como exquisitas esculturas… en las flores, el ornato, textura y aromas para mis sentidos y en las aves tropicales, mariposas y otros bellos seres vivos; los invitados permanentes que comparten con nosotros el disfrute de tanta abundancia y vitalidad.
Los árboles, legisladores del ecosistema
Los árboles controlan el clima del mundo; fijando la luz del sol, generan el oxígeno que necesitamos para vivir y capturan y reciclan el CO2, ese gas invernadero que nos asfixia y que producimos con la respiración humana y el uso de recursos naturales. Humidifican el ambiente con el agua que también se genera en este proceso, protegen el ecosistema de la radiación solar excesiva, las altas temperaturas y la erosión de los suelos; conservan las fuentes de agua, actúan como cortavientos y con ellos redistribuyen la temperatura.
Son ellos quienes oxigenan el aire que respiramos, absorben los gases invernadero y los transforman en madera y alimentos. Transmiten en primavera la frescura del renacer con flores espectaculares de cerezos, flamboyanes, magnolias, mimosas, jacarandas, araguaneyes que adornan el ecosistema; nos invitan a reflexionar acerca de la renovación permanente de nuestras vidas con el deciduo mosaico de colores del otoño; y en el resto del año, el relajante verde, con tonalidades policromáticas que nos cobijan e inducen, con serenidad y armonía, al desarrollo y disfrute de la vida.
Los árboles protegen y recrean a la humanidad, su sombra mejora el confort en las comunidades urbanas, retienen las partículas sólidas que afectan la calidad del aire en sus hojas, reciclan todo lo que producen en la misma naturaleza y adornan el medioambiente.
Dejamos de ser nómadas cuando aprendimos a aprovechar la energía solar e inventamos la agricultura, y aún en estos momentos el astro rey, con el apoyo de los bosques, tiene la solución para enfrentar la amenaza del calentamiento global. La naturaleza es nuestro cobijo y los árboles sus creaciones vivientes que captan la energía del sol para nuestro beneficio.
Los árboles colorearon el ecosistema cuando surgieron los insectos para favorecer la polinización y garantizar su reproducción, generaron multiplicidad de colores y les ofrecieron más azúcar para atraerlos; un vínculo exitoso de reciprocidad que ha perdurado por su utilidad y, en especies más evolucionadas, armoniza el ambiente y crea el marco para el romanticismo necesario en la preservación de las especies.
En defensa de un amigo
La protección de la madre naturaleza y sus árboles salta a la vista como la primera opción en virtud de su importancia para la vida y del alto grado de afectación que han sufrido hasta el momento. Los bosques y sus árboles son sistemas naturales que actúan como un escudo energético que nos protege y energiza, permite que respiremos y nos dan acceso a recursos naturales fundamentales como el agua y los alimentos, todo ello en combinación con el disfrute espiritual que nos deparan con su grandiosidad y belleza.
La defensa de todas estas cosas bellas e imprescindibles para nuestro bienestar y felicidad se la hemos dejado a quienes, aparentemente, originaron estas desviaciones, un contrasentido que ubica la solución del problema en instancias cuyos intereses están distanciados del cuidado del ambiente. Lo más preocupante es que esta situación no se resuelve solo con nuevas tecnologías renovables y amigables combinadas con la iniciativa de un puñado de instituciones y personas que representan gobiernos y empresarios.
Sólo evidenciando y haciendo uso de las soluciones prácticas que ya conoce la naturaleza y que pueden insertarse en la cotidianidad del funcionamiento de la sociedad, es como se facilitará la anexión de la gran mayoría para evolucionar como un colectivo más inteligente, con actitudes y comportamientos con los que podremos corregir el rumbo que ha producido daños continuados en el ambiente y así poder adentrarnos en un futuro que será promisorio, gracias a todos los avances que hemos logrado como civilización.
«Los árboles son poemas que la Tierra escribe en el cielo…” .
Retribuir la generosidad
Ante este escenario que como especie no hemos tomado muy en serio, surge un destello de solución esperanzadora que, de igual manera, pasa desapercibida ante nuestros sentidos, la vitalidad que nos regala diariamente la energía que captan los árboles.
Hay en muchos (mi persona incluida) un impulso interno que nos invita a buscar maneras para abatir la destrucción de los bosques, origen del aumento de la temperatura que aviva los vientos y facilita los incendios forestales, de detener la agricultura irracional que diezma la naturaleza virgen y daña los suelos o la explotación de recursos forestales y minerales sin la renovación del impacto causado; de disminuir los riesgos que la humanidad está corriendo si no logra que la sociedad conciencie su papel y contribución en la defensa del ambiente y valore lo imprescindible de los procesos frutos de una evolución exigente y ganada con el tiempo, y que finalmente, entienda que su generosidad debe ser retribuida con más consideración y un mejor comportamiento por parte de quienes compartimos con ella un único y hermoso ecosistema, en el cual los árboles representan el punto más alto, el tilde de este convenio y mutuo acuerdo para garantizar la vida en el planeta.
Recordemos de hoy, mañana y siempre, hacer del árbol su día, porque ellos son garantía de vida y la hacen posible; son tu mejor y verde amigo.