Cada 5 de marzo, desde 1998, se conmemora el Día de la Eficiencia Energética, una iniciativa para reflexionar acerca del uso que hacemos de las tecnologías que incorporamos a la sociedad, sus conveniencias, limitaciones y posibles mejoras.
«Además de analizar la eficiencia de las máquinas, también es necesario investigar la eficiencia de quienes las hacemos funcionar.»
Pensarnos como una sociedad manejada por robots, a quienes les hemos incorporado conocimientos y tecnologías para que nos proporcionen la energía, no tiene sentido si no asumimos la responsabilidad y conciencia de sus actos. Los seres humanos somos el complemento que permite su uso consciente y deliberado para conseguir de ellos la eficiencia que necesitamos. Para analizar las máquinas hay que vincular lo técnico con quienes las seleccionamos, utilizamos y controlamos en un contexto amplio entre hombre-máquina.
Máquinas ineficientes necesitan humanos eficientes
Las máquinas son una solución efectiva para aumentar la fuerza física que necesitamos, aunque todavía distan mucho de ser una solución eficiente; tanto es así que la vida humana es la referencia universal a la hora de evaluar la eficiencia de una máquina.
Cuando comparamos el brazo de una máquina excavadora con el brazo humano, las funcionalidades resaltan y hacen la diferencia; lo que hacen los dedos de una mano o la rotación de un brazo no la hemos podido aún incorporar a una pala mecánica. La energía calorífica que despilfarra un vehículo no tiene lugar en la máquina humana, que usa la energía de los alimentos con especial cuidado y con solo unos 20 compuestos químicos que intervienen en reacciones reversibles en el metabolismo, podemos respirar y mantenernos a 37 ºC, producimos los miles de químicos que forman nuestro cuerpo y mente y nos mantienen vitales, el principio guía de la economía energética de la vida.
Intervenimos en todas las etapas del desarrollo de una tecnología, desde la idea inicial, el desarrollo de conocimientos de su naturaleza, los prototipos comerciales, su instalación, mantenimiento y control de riesgos. El desarrollo comercial, donde el costo y accesibilidad, calidad, funcionalidad, mantenibilidad, diseño atractivo y duración entran en juego, son claves para su aceptación por los usuarios.
Resultados por encima de todo
Inventamos la agricultura y aprovechamos la energía solar para alimentarnos, y entre otras cosas, surtirnos de agua, transportar, almacenar y cuidar la salud, buscamos otras fuentes de energía: animales para movernos, corrientes y caídas de agua y el viento con los que molemos el trigo y producimos harina para una población en crecimiento.
Escogimos las tecnologías por su eficacia sin preocuparnos de sus efectos colaterales, pues era un asunto de subsistencia y de alcanzar resultados por encima de todo, costumbre ancestral que aun arrastramos y cuya peligrosidad la hemos tenido que evidenciar a la fuerza.
Complementar con la necesaria eficiencia
Contamos con nuevas tecnologías, desde los combustibles fósiles hasta otras más renovables: solar, viento, mareas, geotérmica, hidrógeno… Pero ¿nos habremos dado cuenta que la efectividad de una tecnología no radica tan solo en los resultados sino en que no desencadenen efectos indeseables?
Los combustibles fósiles utilizan mucha energía y recursos para su extracción, refinación y distribución y, al final, nos ofrecen muy poca eficiencia debido a su bajo rendimiento en las máquinas (del orden de 30 a 40% en la gasolina o el diésel).
El suministro de energía de las nuevas tecnologías para el desarrollo económico actual sigue siendo insuficiente; la de los biocombustibles ha sido cuestionada: alcohol etílico a partir de granos afecta el suministro de comida y los derivados del aceite de palma están destruyendo los bosques. La energía geotérmica solo es competitiva donde el vapor es barato, como en Islandia. La de las mareas dependen de la cercanía al océano. La energía del hidrógeno aún está en desarrollo y luce prometedora; la fusión nuclear sigue siendo una posible esperanza.
La energía eléctrica desarrollada con paneles solares se está incorporando al suministro industrial y doméstico combinada con la energía eólica e incentivos fiscales, facilitando el desmontaje de las termoeléctricas en todo el mundo. La eficiencia de la electricidad asciende al 90%, es renovable y no contamina. Con redes de distribución independientes de las convencionales, sin huella de carbono, combinada con la autogeneración en sitio y la venta de excedentes en la red pública, ha hecho posible reducir la factura de electricidad de hogares y empresas.
Los combustibles fósiles seguirán acompañándonos por algunas décadas, aunque se irán descontinuando.
Máquinas más eficientes con humanos inteligentes
Somos nosotros quienes inventamos las tecnologías, los que las seleccionamos y utilizamos en nuestra comunidad, los que regulamos que se utilicen bien y se consuman sin desperdicio
Tecnologías eficientes combinadas con usuarios que han aprendido a utilizarlas con efectividad, pues saben y están conscientes de cuidar de su refugio, el ambiente que les sostiene, es lo que la sociedad necesita.
En el ámbito personal, adscribirnos a energías renovables en nuestro hogar, transporte, alimentación y productos y servicios que consumimos es nuestra contribución y participación en el juego actual de la eficiencia energética, en la búsqueda gradual de la reducción de nuestra huella de carbono personal y un mejor y prometedor futuro para las próximas generaciones.
¡Hagamos el cambio!
“Grandes descubrimientos y mejoras implican invariablemente la cooperación de muchas mentes.”