Impulsar la conciencia ambiental colectiva

Por Víctor J Falcón Borges

La sociedad contemporánea ha actuado con indiferencia en la defensa de su ambiente. La revolución industrial nos ha colmado de numerosas comodidades, aunque en paralelo, se ha ido socavando el normal funcionamiento de los sistemas naturales del planeta que, como seres biológicos que somos, nos hacen falta para sobrevivir.

«El avance de la crisis climática ha puesto en riesgo a la mitad de las especies vivas del planeta, animales, plantas y la población, 3.600 millones de personas quienes viven en contextos altamente vulnerables al cambio climático.»

Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC)

28 de febrero, 2022

Es apenas en 1972 que en la Declaración de Estocolmo se presenta la ley de protección al ambiente, replicada con resiliencia en otros países y de gran impacto financiero para empresas metalmecánicas, petroleras y de alimentos, que se vieron forzadas a adaptar sus procesos y emisiones a las nuevas regulaciones, realizando inversiones hasta del orden del 20% del valor de sus activos.

Los precios de combustibles de bajo azufre y de otros muchos productos y servicios aumentaron y se hicieron obligatorias las plantas de tratamiento de efluentes industriales. Las empresas de alimentos mostraron su impacto en las corrientes freáticas y reservorios de agua cuyos residuales afectaban a todo lo que vive en ellas al reducir el oxígeno disponible (la Demanda Biológica de Oxígeno, BOD); combinados con los fertilizantes también causan el crecimiento desproporcionado de plantas acuáticas (eutroficación), esto entre otros muchos efectos indeseables.

Como respuesta administrativa empresarial frente a estas amenazas surge a principios de los 80’s la disciplina de la Planeación Estratégica de las Empresas, la cual contempla además de (1) los Planes de Negocio y (2) los Objetivos a largo plazo de las empresas, otros dos aspectos clave: (3) la Responsabilidad Social y (4) la Ética Empresarial, los cuatro pilares fundacionales que sustentan un Plan Estratégico balanceado y toman en cuenta al ambiente y la contribución del recurso humano.

Es el origen de los conceptos de Misión, Visión, Cultura y Valores de las organizaciones, que indican el propósito y sentido de sus negocios, hoy en día de uso generalizado, aunque en ocasiones con mensajes contradictorios, tal como la misión de algunas petroleras que se publicitan como empresas “verdes”.

Resiliencia e indiferencia ante el daño ambiental

A mediados de los 80’s, la resistencia de las empresas para enrolarse en el cuidado del ambiente se manifestó en la dificultad para sancionar nuevas leyes; la protección de la capa de ozono, cuyos daños se conocían desde los 60’s, emerge con el protocolo de Montreal de 1987; en 1990 se retira del mercado el tetraetilo de plomo, antidetonante para las gasolinas usado desde 1920, tras años de lucha feroz con las petroleras; los detergentes no biodegradables usados por décadas se sustituyeron por otros que si los son en los 90’s, aunque el asbesto y otros variados contaminantes aún no tienen prohibición mundial.

Si ha sido difícil controlar el funcionamiento de las empresas, no lo es menos la moderación de la conducta y comportamiento general de la población hacia su ambiente. El término «resiliencia», de reciente incorporación al lenguaje cotidiano y usado en psicología desde los 60’s, describe a las personas que a pesar de sufrir situaciones estresantes no son afectadas psicológicamente por ellas y podría ser una señal de que nos estamos resignando a aceptar lo que está pasando; tanto en defensores como en detractores del ambiente, la característica primordial ha sido la «indiferencia», una actitud que Jared Diamond, en su libro “Colapso”, califica de suicida.

Más activos y menos reactivos

Con esta historia llena de omisiones, indolencia, postergaciones desafiantes y la inercia para concertar soluciones entre los países más desarrollados, apenas formalizadas en la COP-2015 de Paris, está planteada la interrogante acerca de si, como civilización, seremos capaces de ordenar el comportamiento del contingente humano para producir una respuesta consensuada y concienciada, para enfrentar y solucionar esta crisis tan real y peligrosa.

Los humanos somos el último recurso natural que nos queda y su intervención es determinante para recuperarnos de los daños ambientales; conformar la generación de relevo con capacidades para frenar y evitar nuevas perturbaciones, y transformarnos así en una especie que, en unas décadas en el futuro, mostrará si fue capaz de aprender a convivir con la naturaleza de su planeta a quien, vale la pena recordarlo, no le somos imprescindibles.

Una respuesta que no puede esperar y debemos enfrentar a la brevedad, pues el futuro acecha y amenaza con difíciles retos que requieren que impulsemos nuestra conciencia ambiental colectiva de modo más activa y menos reactiva.

“No existe una mejor prueba del progreso de la civilización que la del progreso de la cooperación.”

John Stuart Mill

 

Escrito por

Víctor José Falcón Borges

El Don de la Energía

www.eldondelaenergia.com

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Del autor

Víctor José Falcón Borges

BChem, BEng (Chem), MEng (BioChem), MBA, AMIChemE

Soy Víctor José Falcón Borges, profesional de la química, ingeniería química y bioquímica y administración de empresas, docente de pre y posgrado, con experiencia en ciencias gerenciales y negocios, pero también un amante la naturaleza, la vida y la familia.

Por más de 40 años me he dedicado de forma sostenida a la consultoría gerencial, trabajando con empresas líderes, dando soporte a proyectos de relevancia y usando metodologías propias, con la convicción que la tecnología no es suficiente sin una buena gestión gerencial que alinee los recursos humanos y la conservación del medio ambiente que nos sostiene.

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