Nuestra civilización enfrenta una crisis climática sin precedentes por la huella de carbono que continuamos produciendo, la cual esperamos revertir con las nuevas tecnologías; a primera vista son las corporaciones y gobiernos de las grandes economías del mundo quienes pueden controlar esta situación.
“No hay problema que no podamos resolver juntos, y muy pocos que podamos resolver por nosotros mismos.”
Estemos o no convencidos, estos acontecimientos ponen en riesgo nuestra existencia, por lo que tratar de entender los eventos ambientales que ocurren a diario, pensar cómo podemos encararlos y asumir el rol que nos toca jugar, es fundamental.
También somos causantes de la aceleración de estos efectos nocivos por la dinamización de la economía, pues superamos la capacidad de reciclaje disponible en el ambiente natural para limpiar el aire, lo que magnifica aún más la necesidad de nuestra involucración.
Hemos tenido la suerte de vivir en el inicio de una era geológica más caliente que apenas se está asomando y debería durar decenas de siglos, el Antropoceno, que vincula a los humanos y sus huellas con el funcionamiento y destino del planeta; una nueva era del hielo está lejos de aparecer a menos que no detengamos el efecto invernadero que hemos creado.
Especímenes que contaminan y dejan huella
En el ámbito mundial, generamos unos 30.000 millones de toneladas de CO2 al año que en un 87 % provienen de la actividad económica de Asia-Pacifico, EE.UU y Europa, una huella de carbono impresionante y fuera del alcance de los sistemas naturales para procesarla.
La dinámica económica se moviliza por la demanda y es el consumidor final en la cadena productiva el que hace uso de los bienes que producen estas empresas e industrias; somos pues, sin darnos cuenta, el instrumento que transforma productos y servicios en estos gases contaminantes.
Al usar gasolina en el vehículo y transportarnos somos responsables por la porción que consumimos, como también de la fracción de electricidad que utilizamos de una planta generadora o la de los alimentos que nos nutren provenientes de alguna explotación industrial.
Un cálculo sencillo indica que anualmente una persona genera alrededor de 5 toneladas de CO2 en sus actividades normales, la huella de carbono personal, la cual podemos controlar y disminuir si nos adscribimos a tecnologías menos contaminantes o escogemos las variedades y cantidades de lo que consumimos.
La sociedad ha demostrado mucha inercia cuando se trata de incorporar conocimientos importantes que le permitirían funcionar mejor pero que afectan el consumismo o se entrometen en nuestra comodidad.
Tomando acción en contra de la inacción
Con el paso de los años el cambio climático sigue presente y nos corresponde adaptarnos a su ocurrencia y consecuencias.
Cuando enfrentamos problemas, hemos aprendido a utilizar tres criterios para establecer las prioridades para su atención: Su Gravedad – Su Urgencia – Su Tendencia: (GUT)… y he añadido a los anteriores: Su Detectabilidad (D). El deterioro del ambiente ya lo hemos detectado a la fuerza, y es, sin la menor duda, Grave, Urgente y la Tendencia es a empeorar.
Nuestra mente inconsciente siempre trata de complacernos y ante un problema tan complejo como la crisis climática intenta simplificar al máximo las cosas incómodas que observamos y la aleja de nuestros sentidos para hacernos sentir confortables.
Es muy humano también culpar a quienes le compramos sus productos y servicios, o cobran su sueldo con nuestros impuestos. Responsabilizamos a los políticos, tecnólogos, comerciantes, empresarios, gobernantes, científicos, vecinos, colegas, compañeros y hasta a nuestros enemigos… «¡que ellos resuelvan el problema!»
Hemos usado el carbón como fuente de energía por dos siglos y nuestros abuelos incorporaron el petróleo. La generación de los 60’s hizo evidentes los efectos de los combustibles fósiles que silenciosamente nos han venido asfixiando.
Una nueva generación; una nueva huella
Las nuevas generaciones, todavía algo incrédulas de las conclusiones de los estudios prospectivos sobre una crisis que ya se hizo presente y luce irreversible, tendrán que conducir una sociedad para remediar el daño causado y reconstituirla a la medida del reto, con un sentido de propósito colectivo sin precedentes en la historia de la humanidad para evitar que el desastre sea aún mayor.
Desarrollar la próxima-generación/mundo requiere del uso conjunto de tres componentes: 1- El conocimiento acumulado por la humanidad, 2- El aprendizaje para utilizar la energía con efectividad tanto en tecnologías como en el comportamiento colectivo y 3- La información fidedigna y precisa acerca de la situación del ambiente.
Estos componentes son el respaldo necesario para poder avizorar las repercusiones de la crisis ambiental en su vida y porvenir; una realidad colectiva que se vuelve más consciente y facilita su involucración y participación espontánea.
Las próximas generaciones cuentan con el cúmulo de conocimientos, tecnologías, errores y soluciones que sus antepasados aportaron y la que los genes han preservado por ser útiles, además de la sabiduría para utilizar con inteligencia la energía que el universo nos regala, todo ello ahora a su disposición.
Es tal vez la iniciativa más importante que la sociedad actual deba emprender para que, entre todos, podamos resolver la compleja situación ambiental reduciendo la huella de carbono de cada persona.
¡Hagamos el cambio!
“La soberanía del hombre está oculta en la dimensión de sus conocimientos.”