Calor del bueno: Detengamos el calentamiento global

Por Víctor J Falcón Borges

Tenemos el poder con nuestro comportamiento colectivo de interceptar las fuerzas que en la naturaleza controlan el calentamiento global. Hoy más que nunca, el medioambiente necesita de tu caluroso abrazo para salvarlo y protegerlo… necesita calor del bueno.

El calor es el flujo de energía que habilita que los procesos naturales y la vida tengan lugar, aunque también los puede limitar si se nos pasa la mano; si lo usamos como es debido, el calor es la energía poderosa que moviliza todo y le confiere vitalidad a nuestro ecosistema.

El calor humano, por otro lado, es la manifestación de solidaridad que nos cohesiona como sociedad y como personas; una razón lo suficientemente poderosa como para también aprender a utilizarlo con inteligencia con nuestro medioambiente que tanto lo necesita. Con éste también podemos aprender a vivir, amar, sentir y hacer nuestras mejores contribuciones para cuidar el medioambiente, nuestro hogar, quien nos retribuye y regala su energía en la forma de flujos de calor como agradecimiento.

El calor, un viejo conocido

El calor es la energía que moviliza todo lo que sucede en el cosmos, la naturaleza, y también, en las comunidades humanas. Como fuente energética que es, hay que aprender a dosificarlo, pues mucho calor: quema y poco calor: desanima. Eso ya sucedió hace unos 250 millones de años, en el periodo Pérmico, cuando la tierra se calentó a tal extremo que los océanos dejaron de moverse. Todo se paralizó y la vida casi desaparece; muestra de los efectos devastadores que puede causar el calor. Debemos por lo tanto tener presente que, al no existir diferencias de temperatura, todo, hasta la vida, deja de moverse.

El clima ha dinamizado la evolución de los humanos para adaptarnos a sus condiciones; los vientos y las corrientes oceánicas movilizan el calor debido a diferencias de temperatura entre distintas regiones buscando su nivelación. Hace unos 10.000 años, con el cambio de clima en África, migramos hacia Europa donde nos enfrentamos a climas helados que requerían que nos adaptáramos a tan bajas temperaturas. Nos cubríamos la piel (órgano que era oscuro para aquél entonces) para protegerlo de la radiación solar excesiva; la evolución se encargó de aclarar la piel para captar la escasa radiación solar disponible, manteniendo así activos los procesos para la provisión de vitamina D y fósforo que garantizan nuestra subsistencia.

El calor también determinó la prosperidad y estabilidad de la civilización al desarrollar la agricultura y crear comunidades. La falta del mismo limitó la posibilidad de cultivar a quienes se asentaron en lugares fríos que siguieron siendo nómadas y cuidando rebaños, con lo que se generaron desequilibrios sociales que dieron origen a innumerables guerras y conquistas.

Una cuestión de eficiencia

“Ni siquiera un feroz cocodrilo puede moverse sin primero energizarse con el calor del sol”.

La eficiencia del calor depende de la diferencia de temperatura entre dos objetos: nuestro cuerpo, o la materia viva, y el ambiente, fuerza que controla la cantidad de calor que fluye. Es por ello que la eficiencia de nuestro cuerpo aumenta significativamente en lugares fríos, en donde una persona requiere de 80 g de proteína diaria para vivir, mientras en el trópico requiere al menos 15% más (95 g de proteínas) para alcanzar la misma eficiencia (Los pilotos de Fórmula 1 saben que en localidades frías sus máquinas recorren más millas por galón de combustible).

La vida funciona bien en rangos estrechos de temperatura, aproximadamente entre 2º y 40º Celsius. Nos protegemos del frío y evitamos temperaturas altas pues se afectan los procesos metabólicos que se realizan en el cuerpo, razón por lo cual existimos en este ecosistema con temperaturas intermedias y en las cuales nos debemos mantener.

La evolución ha perfeccionado la adaptación de los humanos al clima; nos dio la competencia de generar calor interno, ausente en los reptiles de sangre fría quienes necesitan calentarse con la energía solar. Logramos una ventaja evolutiva al poder intercambiar, con flujos de calor, la energía del universo y usarla para vivir y disfrutar de bienestar. Si la temperatura del ambiente se iguala con la del cuerpo, el calor no fluye y la vida se detiene, lo que los médicos denominan: “golpe de calor”.

Con el conocimiento que: la fuerza del calor es mayor si la diferencia de temperatura aumenta, fuimos capaces de desarrollar las máquinas térmicas que movieron el ferrocarril y todo el desarrollo que conocemos desde la era industrial, en donde está almacenado el poder, posibilidades y capacidades de nuestra especie para vivir y asumir el gran reto que se nos presenta.

Calentamiento global: Enemigo al acecho

El calentamiento global, un enemigo al acecho, aumenta la temperatura del ecosistema con lo que se reducen los flujos de energía que mueven a la naturaleza, afectando la efectividad de los procesos naturales que normalmente ocurren, entre ellos, los que procesan los desperdicios de nuestra civilización y normalizan el funcionamiento del ecosistema.

Es la razón por la cual tenemos que contribuir a evitar que las cantidades crecientes de dióxido de carbono afecten la calidad del aire y fortalezcan el efecto invernadero, aumente la acidez de los océanos limitando la vida en ellos, derritan el permafrost aumentando los niveles de los océanos, entre otras cosas. Se requiere en estos momentos un esfuerzo especial para, entre todos, revertir la tendencia existente hacia el calentamiento global.

Como civilización tenemos el conocimiento para solucionar los problemas que causa el calentamiento global, lo único que falta es la disposición y voluntad de cada uno de nosotros para que sus resultados sean favorables y podamos seguir disfrutando de una vida agradable y con futuro; nuestra contribución para que entre todos mantengamos la vitalidad tanto personal como colectiva mediante una diferencia de temperatura razonable entre nuestro cuerpo y el medioambiente, la forma natural y maravillosa de intercambiar calor con lo que amamos y necesitamos.

El medioambiente necesita en estos tiempos, más que nunca, de tu calor, pero no del calor destructivo consecuencia del calentamiento global, sino de tu abrazo caluroso, reconfortante y protector, del apoyo de un amigo… necesita calor del bueno.

«Gracias por acompañarme en este viaje».

Escrito por

Víctor José Falcón Borges

El Don de la Energía

www.eldondelaenergia.com

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Del autor

Víctor José Falcón Borges

BChem, BEng (Chem), MEng (BioChem), MBA, AMIChemE

Soy Víctor José Falcón Borges, profesional de la química, ingeniería química y bioquímica y administración de empresas, docente de pre y posgrado, con experiencia en ciencias gerenciales y negocios, pero también un amante la naturaleza, la vida y la familia.

Por más de 40 años me he dedicado de forma sostenida a la consultoría gerencial, trabajando con empresas líderes, dando soporte a proyectos de relevancia y usando metodologías propias, con la convicción que la tecnología no es suficiente sin una buena gestión gerencial que alinee los recursos humanos y la conservación del medio ambiente que nos sostiene.

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