Somos poderosos: La energía está en nosotros

Por Víctor J Falcón Borges

Nuestra inteligencia nos ha conferido un gran poder y responsabilidad en el resguardo de la naturaleza y las otras formas de vida.

«Es una locura que un hombre rece a los dioses por lo que tiene el poder de obtener por sí mismo.»

Epicuro

Hace millones de años y por alguna razón apareció la vida, como si la energía tan poderosa que contiene el Universo estuviera buscando alguna salida por donde escabullirse, una válvula de escape, como cuando comienza a llover torrencialmente después de una sequía y las corrientes de agua buscan caminos por donde abrirse paso.

Hasta la aparición de la vida en nuestro planeta todo se movía en el entorno violento que seguimos observando en el Universo: explosiones de estrellas, rayos cósmicos, meteoritos errantes que colisionan, entre muchos otros eventos.

Fue así como surgieron los primeros seres vivos, tan exitosos para manejar esta inmensa cantidad de energía universal que la evolución los ha preservado y mejorado constantemente; de seres microscópicos como las bacterias se fueron creando especies cada vez más complejas: peces, reptiles, dinosaurios, mamíferos y nosotros, los humanos.

La Vida: Un invento del Universo para canalizar y conservar su energía.

La Vida es un invento del Universo para canalizar y conservar su energía.

Somos el instrumento que utiliza el Universo para transferir su energía a la organización y funcionamiento de la sociedad. Lo interesante es que los humanos la hemos aprendido a utilizar tan bien que hemos «dominado» a todas las especies que nos precedieron en el camino de la evolución… apoderándonos de este planeta. Somos el instrumento más destacado que utiliza el universo para captar, procesar, dirigir y finalmente conservar su energía.

¡Somos poderosos! aunque ello conlleva una gran responsabilidad.

Durante la evolución humana no tuvimos ni idea de cómo funcionaba esta energía, solo la utilizamos para tratar de mantenernos vivos, lograr la mayor seguridad para todos nosotros y obtener de la naturaleza los alimentos y otros recursos útiles que hemos ido incorporando a nuestras vidas.

Copiando a los rebaños de animales aprendimos a vivir en comunidades; utilizamos la energía del sol para cultivar alimentos con los que criamos animales que aceptaron que los domesticáramos, entre ellos, los furiosos lobos que se convirtieron en los perros de hoy, nuestros mejores amigos.

Al asociarnos en comunidades reunimos la energía que procesa cada uno de sus integrantes; así fuimos aún más poderosos como especie.

Aprendimos oficios, construimos viviendas, aprovechamos los recursos inmensos que la naturaleza nos proporcionaba y empezamos, con la fuerza energética que nos da la vida, a inventar nuevas cosas.

Con la curiosidad de un niño, tratamos de encontrarle explicación a todo lo que observábamos: el sol, la luna, las estrellas ¿por qué se mueven?… y todo lo demás, lo cual nos permitió desarrollar las ciencias y aprender a usar la energía de otras fuentes; inventamos los molinos usando las caídas de agua o la fuerza de los vientos, los acueductos y muchas otras cosas y luego tratamos de buscar la forma de interpretar los mecanismos que las hacen funcionar.

Descubrimos que todo lo que nos era útil utilizaba, al igual que nosotros, la energía del Universo.

Y entonces nos decidimos a tratar de entender cómo es que funciona eso que llamamos energía; tardamos mucho tiempo, pero por el año 1850 entendimos que el Universo y todo lo que existe en él se rige por dos simples leyes de la energía: la primera ya la habíamos imaginado en la energía del agua que mueve los molinos para producir harina.

La energía no se pierde, solo se transforma en otra forma de energía, se conserva, la primera ley.

Esto lo vemos cuando calentamos agua en una tetera y es expulsada en forma de vapor con tal potencia que tenemos que cuidarnos para no quemarnos, es decir, el agua absorbió el calor y se transformó en vapor… y fue así que inventamos la máquina de vapor que usa esta energía para mover ferrocarriles.

Pero, escondida detrás de esta primera ley de la energía, había otra más difícil de encontrar, la que nos aclara porqué a veces la energía se pierde y nos explica también la forma de usarla con eficiencia.

Nos dice que para que las cosas se muevan hay que crear desorden (hirviendo el agua, por ejemplo), pero que hay que reordenar de nuevo para poder operar en condiciones estables (meter este vapor en un tubo cerrado con un pistón que mueva el ferrocarril); los científicos llamaron entropía a lo que mide el desorden (o el orden), el que es responsable de la eficiencia de una máquina, la segunda ley de la energía, comportamientos que rigen por igual a la “máquina humana”.

Generando un desorden “controlado”, la energía se aprovecha mejor, la segunda ley.

Estas dos leyes están impresas en nuestra vida, en los genes que dirigen los procesos del cuerpo y mente, donde el cambio y el reorden tiene lugar en cada momento de nuestra vida.

Hemos usado estas leyes para generar el progreso humano que en 200 años nos ha vuelto aún más poderosos, y entusiasmados con estos éxitos se nos ha olvidado que no estamos solos en este planeta.

Cordura ecológica.

Nosotros somos la punta de una pirámide evolutiva que se apoya en todas las especies que nos precedieron en este viaje, plantas y animales, nuestros compañeros inseparables que tenemos que cuidar pues dependemos de ellos, así como también ellos nos necesitan; los árboles, los ríos, los océanos, la atmósfera… nos proporcionan aire, agua y alimentos para poder vivir.

Mas que una pirámide, formamos parte de una esfera donde todos estos seres vivos colaboramos conjuntamente para sobrevivir.

El hecho es que los humanos nos adueñamos del planeta Tierra, pero sin percatarnos de que en los últimos años la hemos estado destruyendo.

La crisis climática que estamos atravesando nos debe recordar que la energía del Universo, esa que fluye por nosotros y que podemos controlar a nuestra libre elección, la estamos usando para destruir todo lo que la naturaleza y nosotros mismos hemos construido durante muchos años de evolución.

Utilizarla para seguir fortaleciéndonos como especie y como civilización es lo que dicta la cordura.

El planeta cuenta con tu apoyo; es ahora o será muy tarde.

¡Hagamos el cambio!

«El hombre más poderoso es el que es dueño de sí mismo.»

Séneca

 

Escrito por

Víctor José Falcón Borges

El Don de la Energía

www.eldondelaenergia.com

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Del autor

Víctor José Falcón Borges

BChem, BEng (Chem), MEng (BioChem), MBA, AMIChemE

Soy Víctor José Falcón Borges, profesional de la química, ingeniería química y bioquímica y administración de empresas, docente de pre y posgrado, con experiencia en ciencias gerenciales y negocios, pero también un amante la naturaleza, la vida y la familia.

Por más de 40 años me he dedicado de forma sostenida a la consultoría gerencial, trabajando con empresas líderes, dando soporte a proyectos de relevancia y usando metodologías propias, con la convicción que la tecnología no es suficiente sin una buena gestión gerencial que alinee los recursos humanos y la conservación del medio ambiente que nos sostiene.

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