En la naturaleza, la energía universal se canaliza a través de la vida y nosotros la reforzamos con el poder de la inteligencia y la agrupación colectiva.
«La inteligencia es un accidente de la evolución, y no necesariamente una ventaja.»
Hace 2 millones de años, al cambiar el clima en el norte de África, desaparecieron los bosques que servían de refugio a animales y al hombre; fue entonces cuando la evolución nos orientó a liberar las manos del suelo, caminar erguidos y mantener la frente en alto para luchar por nuestra sobrevivencia.
La ventaja evolutiva lograda con el comportamiento gregario heredado de los animales, actuando juntos en una dirección planificada, fue la estrategia para concentrar la energía colectiva y utilizarla en el beneficio común.
Con la agricultura dejamos de caminar y nos volvimos sedentarios, salimos de las cuevas y construimos nuestras viviendas. Unimos nuestra inteligencia con la de los demás y la aplicamos a lo que le pudimos sacar provecho, ¡a lo que nos interesa!
Hace 12.000 años, cuando se estima finalizó esta última era de hielo, el “homo sapiens” se asentó en Turquía (Çatalhöyük) y Croacia, dejó sus huellas en las primeras viviendas y utensilios, para luego ocupar el resto de Europa y Asia.
Sumamos energía… la de la vida, con la de la mente inteligente y con la de la asociación con los demás, ventajas evolutivas que seguimos cultivando para desarrollar la sociedad.
El entorno bajo nuestro cuido.
El hombre inteligente, al asociarse en comunidades, pudo aprovechar con mayor amplitud lo que le ofrecía su entorno. También comenzamos a concentrar la basura que generábamos, aunque, por ser de origen natural y en cantidades manejables, el ecosistema las podía reciclar; para ese entonces ya teníamos conciencia de la necesidad de conservar los recursos que nos garantizaban la vida… y los supimos cuidar.
Las comunidades acumulan la energía de sus integrantes, aumentando el poder de cambio sobre la evolución.
Una inteligencia que supimos explotar.
Las continuas adaptaciones al ambiente cambiante nos forzaron a incorporar más energía del Universo para protegernos y así aumentar las fortalezas mentales más allá de las del “homo sapiens”.
Es así que, de acuerdo a Yuval Noah Harari, historiador autor de “Sapiens”, desarrollamos la competencia tan determinante de la flexibilidad:
(Resumen no textual) – Operamos en una realidad objetiva igual que los animales para alimentarnos, defendernos y reproducirnos, aunque la complementamos creando una realidad imaginaria, relatos, historias, fábulas “de un mundo que no es real”, tal como cuando concebimos, entre muchas otras, el dinero como papel moneda, una creación mental que los animales no son capaces de manejar o entender.
Se puede gratificar a un mono con una banana, pero nunca le aceptará un billete para que compre esa banana en el mercado. Los límites entre países, las reglas y leyes… y muchas otras, son imaginaciones humanas.
Con las capacidades y competencias individuales de cada persona (la diferenciación), poco a poco hemos evolucionado hacia sociedades fortalecidas con la selección de lo que ha sido útil para el funcionamiento del colectivo.
Actuar en solitario es desperdiciar el aprendizaje universal que nos enseñó a cooperar asociados con otros que aportan capacidades y experiencias que nos complementan, para con ellas generar soluciones más efectivas.
Isaac Asimov en sus relatos de ciencia ficción, donde humanos y robots participan en misiones por el espacio, llega a esa misma conclusión: la razón de la estabilidad en la conducción de la humanidad como un cuerpo único, será una conciencia colectiva unificada.
El ecosistema está bajo el impacto de la actuación humana.
Los humanos hacemos aportes cuantiosos de energía con nuestro esfuerzo personal para configurar, mantener o modificar el funcionamiento de la sociedad y sus instituciones, sin que ello implique que la usemos correctamente. Direccionar nuestra energía de forma consciente hacia lo que nos conviene es clave pues, de lo contrario, su efecto se desvanece e inclusive puede ser perjudicial.
Así como nos hemos hecho más poderosos al asociarnos en comunidades, también hemos aumentado el impacto sobre el ecosistema, utilizando más recursos naturales que tienden a escasear, afectando a la biodiversidad y generando más desperdicios que los sistemas naturales no saben reciclar.
La efectividad personal va más allá de la singular sobrevivencia, pues al acumular la energía de todos los demás reforzamos la posibilidad de lograrla, una reflexión que, si le sacamos provecho, nos puede servir para buscar y precisar soluciones colectivas a la crisis ambiental que confrontamos.
Una especie evolucionada con capacidad para cambiar el rumbo de la evolución, potestad que hasta entonces era solo de la naturaleza… la cesión del poder por parte del Universo para que podamos aplicar sus leyes y escoger el destino de su propia creación, aunque bajo el control de su lupa.
Las capacidades humanas para cuidar el ecosistema.
La capacidad de recordar, con la memoria, lo que funcionó y lo que no, unida a la de la anticipación con que nos dotó la naturaleza, poder proyectar los resultados de nuestras acciones en el futuro, escoger los resultados que queremos lograr y las estrategias correctas para volverlos realidad, nos han hecho superiores.
Dos instrumentos con los que también podremos superar la crisis ambiental que hoy día nos está asfixiando.
Capacidades y competencias que requieren de algo más para ser útiles, nuestra intención y voluntad (más entropía personal) para actuar responsablemente mediante actitudes y comportamientos de gente que se siente orgullosa y vital por ser el custodio y usuario de la energía universal captada y acumulada en el transcurso de la evolución de la raza humana; con la disposición de trabajar cooperativamente con el resto de nuestra comunidad para contribuir con resultados que nos beneficien y ofrezcan seguridad en el futuro, la oportunidad que tiene la humanidad de recuperar su ambiente natural y volver a disponer de un hogar seguro donde vivir.
¡Hagamos el cambio!
«La evolución de la mente humana transita por un sendero que va aclarando paulatinamente el desarrollo de la conciencia, tanto personal como colectiva, en la dirección correcta.»