Somos, sin lugar a duda, el último recurso que tiene el planeta para superar la grave crisis ambiental pero también, irónicamente, los causantes de la misma.
“Asumimos una reciprocidad con el universo. Si hacemos nuestra parte, el universo cumplirá.”
El calentamiento global que estamos experimentando como civilización se lo atribuimos a las tecnologías que nosotros mismos inventamos, a la explotación de los recursos naturales que las alimentan y a las variadas aplicaciones que buscan satisfacer el estilo de vida que hemos escogido para “vivir mejor”.
Quienes culpan de la crisis ambiental exclusivamente al desarrollo industrial y a la economía desbordada entre tecnólogos, empresarios, gobiernos o países, están buscando en el lugar equivocado o, más bien, no han buscado con imparcialidad.
El crecimiento de la población humana y el dinamismo y complejidad que ha adquirido el desarrollo económico fomentado por las múltiples aplicaciones que hemos incorporado, han incrementado la demanda de los recursos que extraemos de la naturaleza, lo cual no solo ha afectado el nivel de sus reservas, sino que ha producido la aceleración de explotaciones de nuevos materiales como coltán, litio, manganeso, gadolinio, indio, entre otros, cotizados ingredientes que intervienen en las nuevas tecnologías.
Los combustibles fósiles que desde mediados del siglo XVIII incorporamos a la generación de energía para la civilización por su accesibilidad y fácil extracción, hoy se han vuelto en nuestra contra por el efecto que producen en el ambiente, aunque también lo son, la sobre-explotación de los suelos y bosques, la contaminación de las fuentes de agua y la generación constante de basura por la actividad humana, causantes de los desastres ambientales y climáticos que cada día, en mayores cantidades e impacto, estamos observando.
Tenemos otras opciones energéticas, pero…
La sustitución de combustibles fósiles y acogida a nuevas energías renovables ya es un hecho en pleno desarrollo: la solar, el viento, las mareas, la geotérmica, el hidrógeno, la fisión nuclear, las granjas oceánicas… las cuales ya están en el menú de opciones para hacerlas factibles en rentabilidad, cantidad y disponibilidad, aunque hasta ahora su contribución cuantitativa para cubrir la demanda actual de la sociedad es deficiente, y lo que es menos optimista, que es un espejismo el suponer que con estas acciones lograremos superar la crisis.
En la actualidad no disponemos de tecnologías suficientemente maduras para proporcionar a una civilización en franco crecimiento las cantidades de energía que demandan; tan es así, que los expertos ya han cuantificado que seguiremos utilizando los combustibles fósiles por algunas décadas más y que su contribución al deterioro ambiental seguirá siendo una amenaza para la calidad de vida de la población humana.
Este escenario de continua explotación severa al ambiente y de los recursos vitales que nos hacen falta para vivir, así como la escasez de fuentes de energía para satisfacer las necesidades actuales de la población y el acompañamiento de cambios climáticos y desastres naturales, ameritan una respuesta más coherente por parte de quienes vivimos en este planeta ante el ambiente que nos soporta.
El autor de la crisis ambiental
Los seres humanos tratamos, en muchos casos, de evadir o disimular nuestras responsabilidades ante los daños que causamos al ambiente, achacándole las culpas a terceros o a las circunstancias. La realidad es que no son las tecnologías que usamos, ni el frenesí por el desarrollo económico, ni la voracidad de los países desarrollados, ni la falta de oportunidades de muchos países; en todo lo anterior están claramente impresas las huellas de la intervención humana en el ecosistema, con un mismo denominador común: el ser humano.
Ante este comportamiento de las comunidades humanas que busca esconder la realidad ambiental, no nos hemos dado cuenta que las tecnologías que usamos nosotros mismo las escogemos, no se seleccionan por sí mismas pues no somos robots; además, establecemos sus aplicaciones, configuramos y adquirimos periféricos y accesorios para complementar y ampliar el goce de esas tecnologías.
Somos también causantes de su buen o mal uso. El crecimiento económico lo impulsamos con iniciativas humanas al crear empresas que generen riqueza y rentabilidad y nos faciliten empleos y recursos para vivir mejor; la incorporación de cualquier tecnología a la sociedad está sujeta a la autorización de quienes toman las decisiones en los gobiernos y el mercado.
El autor y firmante de lo que le sucede al ambiente es el mismo ser humano: nosotros seleccionamos y desarrollamos las tecnologías que nos proporcionan la energía, explotamos los recursos que nos ofrece la naturaleza, creamos empresas e industrias y las dotamos de procesos que también inventamos; seleccionamos a los gobernantes quienes autorizan o prohíben estas tecnologías, procesos o la explotación de los recursos naturales.
Enfocar, replantear y actuar
Si buscamos resolver la crisis ambiental que nos agobia y que puede convertirse muy pronto en algo más dramático, el sentido común reside en atacar la causa para minimizar o erradicar las consecuencias; no es eficiente malgastar energía en reducir sus efectos.
Un diagnóstico diametralmente distinto a lo que apreciamos a primera vista se genera mediante una simple inspección de la situación actual:
- No son las tecnologías, sino quienes las seleccionan, desarrollan, las autorizan y las utilizan.
- No es la voracidad del desarrollo económico, sino quienes lo movilizan con inversiones o iniciativas para mejorar el nivel de vida global de la sociedad.
- No son los gobernantes, sino quienes con su voto les han permitido ocupar posiciones de decisión y mando.
Lo que sí es… es la gente que participa en todo lo anterior, quienes:
- Decidimos las tecnologías de opción y permitimos su presencia en nuestro patio trasero.
- Decidimos la movilización de la economía y la explotación de recursos naturales por ser fuentes de empleo y riqueza, y fomentamos su presencia y permanencia como consumidores de sus productos o servicios. Lo demostramos con el comportamiento y la conducta, respetando todo lo que nos regala la naturaleza al usarlo con equilibrio y mesura, y lo hacemos manifiesto con el cuidado que le damos a nuestro hogar, el ambiente.
- Escogemos con nuestro el voto a los que detentan el poder del gobierno y conducen los procesos que permiten el bienestar de la comunidad.
El último recurso
Si no moderamos la conducta y comportamiento del ser humano no habrá tecnología, ni actividad económica, ni líderes capaces de solucionar de raíz los daños que hemos y seguimos causando al planeta. La oportunidad real, la única que tenemos, es darnos cuenta, que nosotros, los participantes del experimento universal que evolucionamos con su energía somos el último recurso que nos queda por utilizar para revertir el desastre causado y abrirnos a la oportunidad de volver a disponer de un hogar seguro y vivible, un futuro que solo nosotros tenemos el poder de convertir en realidad.
La actuación inteligente consiste en que cada persona asuma la responsabilidad al alcance de su situación particular: su entorno, educación y conocimientos, oficio o profesión, posición de trabajo o en la comunidad, posibilidades y oportunidades, relaciones, su estilo de vida… sin mediar comparaciones con lo que deberían estar haciendo los demás. Los empresarios, gobernantes, industriales, educadores, tecnólogos, ciudadanos, en general, deberán asumir lo que le corresponde a su condición, rol y responsabilidad dentro de la sociedad.
El potencial, capacidad y conciencia que poseemos, nuestra humanidad y continua evolución, son los recursos que el ambiente demanda y exige que le otorguemos para ayudarle a superar lo que hemos causado como especie. Nos toca asumir el rol para hacer posible el cambio y proveerle al ambiente un recurso único y primordial: nosotros mismos.
“Una manera de pensar que nos protege de las justificaciones que nos distancian de un comportamiento responsable.”