¡Somos poderosos! Servimos de intermediarios para transferir la energía del Universo a la sociedad.
«Una máquina puede hacer el trabajo de 50 hombres corrientes. Pero no existe ninguna máquina que pueda hacer el trabajo de un hombre extraordinario.»
La sociedad reordenada, el séptimo nivel de nuestra energía evolutiva.
¡El futuro que nos toca construir!
El escenario de lo que será el futuro de la humanidad lo estamos creando nosotros mismos con el comportamiento diario, pues ni el Universo ni la Tierra necesitan de la existencia humana para continuar su inexorable devenir.
El Universo exhibe una dicotomía: el caos manifiesto en su violenta expansión y evolución permanente; y el orden presente en los sistemas planetarios y en la VIDA, dos extremos posibles donde la ubicación del humano parece obvia, aunque nuestra conducta colectiva no lo está reflejando.
La conducta, interacción controlada entre el hombre y su entorno, forma parte de nuestra capacidad para adaptarnos a los cambios alineando el comportamiento con las necesidades humanas, en particular la de sobrevivir, y constituye la respuesta que nos corresponde generar. Los actos fallidos en la naturaleza producidos por la raza humana son trastornos de la conducta que tenemos que evitar repetir.
La ética busca las razones últimas y universales para adecuar la conducta humana y asegurar la preservación del invento creado por el mismo Universo, nuestra vida. Los valores humanos, lo que consideramos importante por ser la fuente de bienestar y equilibrio, guían nuestros actos y las prioridades que establecemos. La actuación que demostramos cotidianamente crea, sin embargo, dualidades de valores difíciles de superar:
Priorizar la Rentabilidad Financiera de las Empresas, su razón de ser, sin incorporar en paralelo la Responsabilidad Social en el cuido del Ambiente es “una dicotomía de valores” que no hemos podido sobrepasar.
La preocupación por el ambiente surge con fuerza en los 70’s con la aparición de las Leyes del Ambiente; las empresas metalmecánicas, petroleras y de alimentos encabezaron la lista y tuvieron que realizar altas inversiones, hasta el 20% de valor de sus activos, para reducir su impacto en la contaminación del ambiente.
La Planeación Estratégica de Empresas, nueva disciplina emergente en esa misma década, refleja por primera vez en la Misión de las Empresas la Ética Empresarial y la Responsabilidad Social en el cuidado del Ambiente, elementos que incorporados a los Planes de Negocio y a la sustentabilidad de dichas empresas, llegaron para quedarse.
Desde entonces se han realizado muchas acciones puntuales, entre ellas la eliminación de productos dañinos: asbesto, plomo, refrigerantes, detergentes no-biodegradables y variedad de químicos que contaminan fuentes de agua o destruyen insectos que polinizan.
Se han implementado “certificaciones” y jurisprudencia para controlarlos: huella de carbono, tratamiento de aguas residuales, sostenibilidad de la actividad forestal mediante la resiembra, disminución del desperdicio de las actividades humanas, reciclaje de desechos, reducción del material de empaque, uso racional de la energía, desarrollo de materiales renovables o reciclables…
Hay también certificaciones para lo social: eliminar el uso de la mano de obra infantil, el maltrato físico de los trabajadores, el trabajo forzado, las enfermedades ocupacionales…
La demanda de mano de obra calificada en las nuevas tecnologías, aunada a la reducción de empleos derivada de la automatización, la informática y la inteligencia artificial ha dejado a muchos fuera del mercado de trabajo, incidiendo en la reciprocidad debida de la actividad económica con la responsabilidad social de ofrecer fuentes de sustento para la población.
Según la Comisión de Naciones Unidas para el Desarrollo Sustentable, 1995, Consumo Sustentable es el “uso de servicios y productos relacionados que responden a las necesidades básicas y aportan una mejor calidad de vida al mismo tiempo que minimizan el uso de recursos naturales y de materiales tóxicos, así como también la emisión de desechos y contaminantes sobre el ciclo de vida, de manera que no ponen en peligro las necesidades de futuras generaciones”.
* Los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), son propósitos de desarrollo humano fijados en las Naciones Unidas en 2000, Nueva York.
* Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) para “Garantizar modalidades de consumo y producción sostenibles”, se establecieron en 2015.
Una gran cantidad de iniciativas específicas, acogidas por algunos, evadidas o ignoradas por otros, que demuestran la falta de eficacia global y baja eficiencia en los resultados perseguidos para evitar la continua deterioración del ecosistema. La evaluación del control de las emisiones de CO2 en 2021 muestra que las metas no se cumplieron, y lo que es peor, están fuera de control.
Surgen dudas acerca de si seremos capaces de revertir el daño que ya le hemos causado a la naturaleza y si podremos, como civilización, cambiar nuestra conducta para evitar repetir estas equivocaciones históricas. ¿Será una utopía y nos tendremos que resignar a la fatalidad… habrá alguna esperanza?
Y para cada uno de nosotros, quienes tenemos el control de la energía del Universo de forma personal, ratificar que sin esa contribución personal guiada por nuestra conciencia, las ventajas evolutivas que nos da la asociación colectiva y todo lo demás que hemos incorporado a la sociedad y nos hace falta para vivir con seguridad, resultará inalcanzable.
La revista Strategy & Business (*), al tratar lo concerniente a la “toma de decisiones empresariales ante los retos del cuidado del ambiente”, plantea una reflexión ampliable al plano personal, útil para aclarar el rumbo que debemos seguir.
Las preguntas difíciles:
- ¿Nos importa?
- ¿Qué podríamos perder si ignoramos esto?
- ¿En qué forma tendríamos que cambiar nuestra manera de pensar?
- ¿Qué daño puede hacernos? ¿Qué información existe de la que tengo que estar enterado?
- ¿Cuál sería el costo de cambiar?
- ¿De verdad queremos cambiar?
- ¿Si decidimos cambiar, como organizaríamos nuestra respuesta?
- ¿Cuál sería la logística del cambio?
- ¿Valen la pena los cambios?
(*) Citado en GOLEMAN, Daniel. Inteligencia Ecológica 2009, ed. Vergara
¡Hagamos el cambio!
«La gente necesita sentir un sentido de “agency” [la capacidad de actuar independientemente y tomar sus propias decisiones], sentir que es capaz de cambiar el futuro, para bien o para mal.»