La ocurrencia de la vida representa un hito en el Universo, su gran invento para conservar la energía transfiriéndola a las nuevas generaciones para ir perfeccionando continuamente su efectividad.
«El Universo creó la vida para transferir su energía a través de nosotros; podemos usarla para beneficiarnos o para todo lo contrario.»
La raza humana ha recibido este caudal de energía fruto del mejoramiento de la vida durante la evolución y es el combustible de nuestra vitalidad. Sin embargo, se rige por instrucciones muy claras que necesitamos aprender a utilizar y respetar para no despilfarrarla.
Mantenernos saludables y vivos es la guía universal que evidencia su uso eficaz y evitar el dolor y simplificarnos la vida es la otra guía que nos moviliza, nuestra eficiencia biológica. Guías que supimos respetar de manera natural, a pesar de desconocerlas, hasta mediados del siglo XVIII cuando los científicos sacaron a la luz las leyes de la energía y comenzamos a utilizarlas con el arribo de la revolución industrial, transgrediéndolas y sin ningún control.
Todavía hoy gran parte de la población no ha aprendido a tenerlas en cuenta, ni tampoco está consciente de cómo sacarles el provecho que tienen en la solución de muchos problemas, entre ellos la crisis ambiental que ha puesto en riesgo la seguridad de nuestra especie.
La humanidad ha estado incorporando cada vez más energía del Universo para su transformación, desde la creación de la vida, la evolución hacia el humano inteligente, la vida en comunidades, hasta la explotación tecnológica de más energía y la expansión del conocimiento.
Cada una de estas etapas representa incrementos de energía que hemos incorporado a la actividad humana, con la que seguimos catapultando el desarrollo de nuestra civilización, aunque haciendo muy poco uso de nuestra conciencia; seguimos afectando de forma inclemente los sistemas naturales que controlan el funcionamiento equilibrado del ecosistema.
La VIDA: La partida de nacimiento de mi energía
La vida sirve de intermediario en el manejo de la energía del Universo. Captamos la energía solar en los alimentos y con ello se movilizan los procesos sofisticados del cuerpo y la mente, energía que podemos usar a nuestra discreción, ya para cuidar o para deteriorar el entorno que nos rodea y nuestra propia vida.
Cuidar la vitalidad personal y actuar con efectividad es aprender a conservar la energía y así poder transferirla con inteligencia a la sociedad y al cuidado del ecosistema.
La historia nos ha demostrado que lograr resultados no sirve de nada si simultáneamente no nos cuidamos de utilizar con eficiencia los recursos que hacemos intervenir para ello:
El abandono de quienes poblaron la Isla de Pascua sucedió por la explotación y merma de sus recursos naturales; los Mayas desaparecieron por la tala indiscriminada de sus bosques para obtener el estuco que requerían para construir sus templos.
Todo lo que tiene lugar en el Universo busca el cambio permanente para evolucionar hacia algo mejor; el desorden que producen estos cambios determina la necesidad de “controlarlos” y así aprovecharnos de sus ventajas, una manera de describir de manera sencilla las leyes de la energía:
Cambiar para evolucionar hacia algo mejor (1ª ley) y controlar el desorden causado para poder disfrutar de los cambios en condiciones estables (2ª ley).
La combinación de ambas tendencias universales, cambio y orden, acumula el valor de lo que perseguimos, una sociedad que evoluciona y prospera en un entorno equilibrado, ventajas que a su vez guían todos los procesos de nuestro cuerpo y mente para que evolucionemos conservando la energía.
Las leyes de la energía lo abarcan todo, desde el funcionamiento del cosmos, el rendimiento de una maquinaria, el acierto de las políticas públicas o la acción de la comunidad, hasta las consecuencias de solucionar un problema por la fuerza sin hacer algo más, lo que generalmente no arroja buenos resultados a largo plazo.
Así como las leyes de la energía descubrieron horizontes que hicieron posible la revolución industrial, también nos han alertado de que es necesario aprender a utilizarlas: que la eficacia genera resultados, aunque deben ser logrados con eficiencia, o de lo contrario serán inestables, inconvenientes y se volverán contra nosotros, el escenario de la crisis ambiental que padecemos por la falta de conciencia de una colectividad que no ha hecho esfuerzos para controlar el desorden derivado de sus cambios tecnológicos.
El Universo creó la vida como intermediario para conservar y transferir su energía y delegó en nosotros el privilegio de dirigir nuestra propia evolución con el riesgo implícito de que, si no lo hacemos siguiendo sus reglas, nos quitarán del medio.
Los humanos hemos aprendido a hacer uso de cantidades cada vez mayores de la energía del Universo, lo que no nos hemos tomado muy en serio es que, al hacerlo, las leyes de la energía demandan que también nos esforcemos por controlar el desorden incremental que esas energías causan en nuestro entorno, la condición necesaria para lograr el progreso robusto de nuestra civilización.
Tomar conciencia de la necesidad que tenemos como especie de devolverle el orden que le hemos quitado al ecosistema es la primera prioridad de nuestra civilización en este momento.
¡Hagamos el cambio!
«La forma más fácil de solucionar un problema es negar su existencia.»